Sobresalió
en los calima el arte ceramista, que dominaron con caracteres de grandiosidad,
por lo cual están catalogados como uno de los más grandes de nuestro suelo.
Igual que en otros casos los alfareros Calimas dieron prelación a confecciones
domésticas. Y así fue como elaboraban gran diversidad de tazas, copas y
recipientes de todo orden y formas.
La
cerámica muy bien elaborada con motivos zoomorfos; pintada con ocre, naranja,
rojo y negro, con incisiones y relieves. Particularmente, los calima
acostumbraban crear vasijas de tres asas, aptas para colgar a la espalda. Destacan los nexos entre los seres humanos y la naturaleza, el mundo
cotidiano y el sobrenatural. El aspecto físico de las personas, sus peinados y
adornos, sus funciones y actividades cotidianas, pueden verse en esas vasijas
de cerámica en forma de hombres que cargan recipientes o de mujeres que
amamantan a sus hijos. Felinos, armadillos, búhos y palomas fueron animales de
la región Calima que los alfareros plasmaron en representaciones realistas.
Otros seres fabulosos, probablemente míticos, combinan rasgos de humano,
felino, anfibio, murciélago y serpiente, tal vez con la intención de hacer
propia la fuerza, audacia, fiereza y agilidad de estos animales.
Lo
más representativo de la cerámica calima son los canasteros o pequeñas
esculturas de figuras humanas que llevan a la espalda un elemento de carga,
canastos o vasijas de forma tubular. Impresiona el realismo de estas figuras en
las cuales pueden apreciarse los rasgos físicos , el vestido y hasta
expresiones de la cara..
Otra
variedad Calima se constituye en una especie de estatuilla, es la que se conoce
con el nombre de “patón”. Estatuillas huecas, de paredes más o
menos delgadas, siempre en posición de pie y con las piernas ligeramente
apartadas.
ORFEBRERÍA
Los
Calimas figuran entre los más grandes orfebres de nuestra época prehispánica, a
tal grado, llegaron en este arte que pueden equipararse con los Quimbayas,
Taironas, Chibchas y Sinúes.
El
llamado estilo Calima se caracteriza por el exceso de decoración. Fabricaron
sutilmente diademas, arcos, carretes y vasijas cónicas, orejeras, pectorales,
narigueras ceremoniales, propulsores, pinzas para depilar, alfileres para
sostener los mantos, collares modelados sobre alma de arcilla y tiaras. El oro fino se
prestaba para elaborar estos adornos porque es maleable y puede ser martillado,
repujado, recortado y pulido para crear objetos que juegan con el sonido y los
reflejos de luz. En anillos y narigueras de la región Calima, como en la Costa
Pacífica, se usó la granulación o soldadura por fusión.
Pero más allá de la tecnología es el simbolismo el que explica la importancia
del metal sagrado. Eterno, brillante y amarillo, el oro está relacionado en el
cosmos amerindio con el sol que renueva la vida todos los días. Al vestirse de
oro, los caciques comunicaban a la comunidad que su poder propiciaba la
fertilidad y la vida.
Los
lóbulos de las orejas se distendían para llevar orejeras en forma de carrete,
de las que se suspendían grandes platos de metal. En las diademas usadas en la
frente, en los pectorales, y en colgantes cuyo uso no es muy claro, se repite,
uniforme y enigmático, un mismo rostro humano dorado. Es un rostro emblemático
que lleva puestas una nariguera en forma de felino y orejeras en forma de
carrete con colgantes.
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